Publicado el 26 de diciembre de 2019 en el diario La Nación (Buenos Aires, Argentina)
Hay consenso de que la mera exportación de commodities no es conveniente para ningún país. Es necesario agregar valor nacional a los productos primarios, así como consolidar actividades manufactureras y de servicios que en Argentina cuentan con una base productiva sólida y de larga trayectoria.
Ser un exportador de alimentos y bebidas de calidad, un exportador de servicios y de bienes industriales no son metas divergentes necesariamente. La producción de alimentos de calidad necesita tecnología tanto en la etapa de producción primaria como en la transformación y comercialización, y en esos eslabones hay numerosas oportunidades para desarrollar e internacionalizar industrias de bienes y servicios de su cadena de valor: genética, maquinaria agrícola, envasado, artes gráficas, cadena de frío, publicidad, expendedores para los locales comerciales, etcétera. Lo mismo puede decirse de otras cadenas como la minera o la petrolera.
Incluso industrias que tradicionalmente asumen posiciones defensivas frente al comercio internacional, como la indumentaria o el calzado, pueden lograr una inserción exitosa si se dan las condiciones adecuadas.
¿Puede alguien imaginarse que las empresas que lideran los mercados globales de cualquier rubro hubieran llegado a ocupar ese lugar financiando su crecimiento a tasas de interés del 30% o más? ¿Podrían las fábricas de China o Vietnam manejar sus costos actuales si debieran cumplir con la misma legislación que deben respetar las fábricas ubicadas en Suiza o Canadá? ¿Sería Alemania uno de los dos o tres países que más mercaderías exportan en todo el mundo si sus empresas operaran con la infraestructura de transportes que utilizan las empresas argentinas?
Es por eso que se puede afirmar que el problema de competitividad no se encuentra tanto “dentro de la fábrica” (aunque siempre hay aspectos para mejorar) como “de las puertas para afuera”, lo que refuerza la necesidad de políticas de Estado.
Los países compiten junto con sus empresas y es importante advertir que así como las empresas tienen una cadena de valor, la promoción de exportaciones necesita de una serie de condiciones que, en general, se cumplen en los países que son exitosos exportando productos y servicios diferenciados.
Si uno o más de los eslabones falla, los esfuerzos de promoción de exportaciones no lograrán el resultado buscado.
En primer lugar, hay un contexto económico y productivo, que se encuentra determinado por factores coyunturales (que en Argentina se modifican drásticamente cuando cambian los gobiernos) y otros de carácter más estructural, como la debilidad de la “cultura exportadora” y el grado de concentración de actores clave como las industrias básicas, de materias primas.
Construir una cultura exportadora es arduo pero no es complejo: hay que educar sobre comercio exterior en todas las carreras empresariales, en los programas de formación de emprendedores y en todos los eventos que tengan lugar. Los premios y reconocimientos, los estudios académicos y las publicaciones de divulgación pueden contribuir para destacar casos exitosos y también para extraer lecciones de las experiencias fallidas.
En la coyuntura, las decisiones de los gobiernos de turno sobre política cambiaria, fiscal y comercial, naturalmente, tienen efectos concretos sobre las posibilidades de exportación del país.
La estabilidad del marco tributario y normativo del comercio exterior es la primera condición que debe cumplirse, ya que el desarrollo del mercado externo es un proyecto de largo plazo y hay que construir confianza en los clientes. En el mercado doméstico argentino, un comprador puede comprender que una oferta se modifique en forma constante y abrupta; en el mercado internacional, es inaceptable.
Para implementar una Estrategia Exportadora para el Desarrollo, creo que se debe sancionar una nueva Ley Nacional que actualice y complemente los beneficios de la ley 23.101 (incentivos fiscales, instrumentos de apoyo), y contenga garantías de estabilidad e intangibilidad para los exportadores de bienes y servicios de valor agregado.
Si tal ley surge de un auténtico debate de ideas, representaría la expresión genuina de que la promoción de exportaciones de valor agregado es una causa nacional compartida por las principales fuerzas del arco político, en representación de todo el espectro de la sociedad argentina.
En el pasado reciente, distintos sectores productivos, como la minería o la informática, han sido beneficiarios en nuestro país de régimenes de fomento que les aseguraron estabilidad y los resultados económicos han sido muy positivos.
Al margen de la estabilidad, es necesaria una reingeniería de la carga impositiva que afecta las exportaciones, con la premisa de que no es tan necesario reducirla como racionalizar el momento de pago, ya que en los negocios el orden de los factores sí altera el producto. Mientras que los exportadores de otros países son financiados por sus Estados para que vendan más y ganen mercados, en Argentina son los exportadores los que financian al Estado adelantándole tributos sobre ingresos aún no obtenidos.
De esta manera se descapitaliza a las empresas, en un momento en que el crédito es prácticamente inaccesible para ellas.
A ello se agrega que, con las medidas tomadas por el presidente Macri en 2018, las exportaciones de manufacturas están doblemente desincentivadas, primero por la reducción de los reintegros, y luego con la aplicación de los derechos de exportación.
Pero como decíamos, el éxito buscado requiere una estrategia integral, que debería incluir las siguientes materias:
Financiamiento: en la negociación con posibles compradores es cada vez más importante la propuesta financiera; en muchos casos, el cliente elige al que ofrece las mejores condiciones de pago. Es fundamental ampliar el conocimiento y el uso de instrumentos financieros como la pre-financiación y pos-financiación de exportaciones, el uso del leasing y el factoring. Los bancos oficiales ofrecen algunos de estos instrumentos (no el leasing internacional) pero su uso aún es muy limitado.
Logística: Según un estudio del BID, el 9% del precio de un producto argentino puesto en Estados Unidos corresponde al costo del flete, y sólo 1,6% a tributos aduaneros. Ninguna política de promoción de exportaciones dará resultado si las cargas siguen dependiendo tanto del camión.
Operatoria aduanera: los exportadores argentinos sufren por el accionar de la Aduana, una de las más lentas y burocráticas de la región; controles excesivos generan demoras y costos impredecibles.
Conectividad fronteriza: deben mejorarse las rutas y los pasos fronterizos.
Acuerdos comerciales: la apertura de negociaciones debe basarse en un análisis costo-beneficio realista; los acuerdos acotados sobre barreras para-arancelarias han mostrado ser más rentables que los tratados de libre comercio.
Desarrollo empresarial: en el plano micro, lo que impide que una PYME exporte no es tanto una cuestión económica o financiera sino más bien la cultura y forma de organización y conducción de estas firmas que en su mayoría fueron concebidas para el mercado interno.
La promoción de exportaciones como sistema
En el plano de la promoción de exportaciones propiamente dicha, existe una amplia gama de medidas que se adoptan en otros paises; algunas están en marcha en Argentina, aunque puedan necesitar ajustes. Otras, son materia pendiente.
Por falta de una normativa aduanera y tributaria adecuada, las zonas francas, los consorcios de exportación y las compañías de trading son figuras sub-utilizadas desde el punto de vista de la inserción comercial externa, si comparamos con el rol que juegan en otros países.
Resulta claro que el éxito o fracaso de los intentos empresariales por exportar se ve afectado por diferentes políticas públicas, y la mayoría de ellas no son diseñadas específicamente para promover mayores ventas al exterior.
La mayor dificultad para el éxito de la promoción de exportaciones, es que los “botones” que hay que apretar para lograr el resultado buscado no están en el tablero de comando del Secretario de Comercio ni del Ministro de Producción. La Aduana y la política tributaria depende del Ministerio de Economía, los costos logísticos del Ministerio de Transportes...
Una estrategia exportadora nacional planteada como prioridad requiere una coordinación eficaz de las políticas de promoción, operatoria aduanera y logística.
La tarea es enorme, el país es extenso y diverso así como su estructura productiva, y centralizar todas estas funciones en un solo organismo sería un error. En el pasado se intentó con otros esquemas, como la Comisión Interministerial de Comercio Internacional de los años 2000-2001; esta alternativa podría funcionar si estuviera dotada de ejecutividad y autoridad reales.
La agencia nacional de promoción de exportaciones debe coordinar el ecosistema integrado por entes públicos y privados, nacionales, provinciales y locales, pero con espíritu de servicio y no de “jefatura”. El sistema debe ser abierto y frente a un ente público o privado, nacional o local, que quiere apoyar las exportaciones, la Agencia nacional no debe “matar su iniciativa” ni competir; debe “colaborar” y apoyarla mediante know-how, herramientas y recursos (condicionado al cumplimiento de “reglas de uso”). Su misión debe ser desarrollar capacidades, sinergizar, coordinar, crear bienes públicos y generar economías de escala.
No es necesario “inventar la rueda”, ya que existen experiencias nacionales e internacionales de iniciativas que han dado resultado, o que deben revisarse y perfeccionarse. Lo que sí es necesario es pensar el problema como un todo integral y no abordarlo en forma parcial desde diferentes costados.
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